viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Y AHORA QUÉ? por Juan García Chaparro

Tendremos que recordar siempre que el flamenco ha llegado a ser catalogado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad gracias a un grupo reducido de intelectuales, que lejos de unirse a las corrientes despectivas, que desde muchos otros “colegas” lo atacaban, creyeron firmemente en este sentimiento y expresión del pueblo que ha sido y es real como la vida misma.

Agradecimiento, a un grupo de artistas, que han arriesgado y sobrevivido a los desprecios de una mayoría, creyendo en lo que hacían para una minoría. Recuerdo cómo a finales de los años 50 se puso de moda, al menos en Málaga, un letrero que presidía la mayoría de los bares “Se prohíbe el cante”, esto que duró hasta muy avanzado los años 70, tuvo, al menos,  dos consecuencias de relieve; por un lado  que el que intentaba cantar en esos establecimientos fuese silenciado, en ocasiones con un gesto del camarero y en el peor de los casos mediante llamada a la policía, consiguiendo al cabo de los años, que los que cantaban (cosa que alguien se atrevía en esos lugares, por tener alguna copa de más) fuesen repudiados por el resto de los asistentes, considerando a estas personas “non grata”, y recibiendo todos los calificativos como, chusma, borrachín, etc., etc. Y por otro lado, y es quizás la parte positiva, el hecho de que, sólo algunos contados bares, en ocasiones por que los propietarios gustaban del cante, hacían la vista gorda a esta prohibición y era frecuente, que los aficionados buscasen estos lugares de encuentro. Gracias a ello surgieron muchas de las peñas flamencas que aún perduran y cuando las instituciones públicas, a partir de los años 80, empiezan a apostar firmemente por el flamenco.

El flamenco quedó reducido a cuatro grandes artistas que consiguieron vivir adaptando su música a otros folclores más del momento, y como consecuencia manteniendo en sus repertorios palos del flamenco; a las grandes familias gitanas que han conservado este arte entre sus gentes, en cada una de sus reuniones familiares; a los bochornosos reservados donde el señorito de turno compartía sus limosnas con mujeres de la vida o con “la otra” y algún cantaor, para amenizarle la velada. La mala prensa y el desprestigio político, consiguieron el desprecio de una parte muy importante de la sociedad.

A partir de ahora, habrá que luchar con otros poderes, las grandes empresas, las discográficas, las televisiones, que intentarán vender el flamenco rápido, ese fácil del ritmo, dejando apartada toda su riqueza. Con mucha probabilidad no oiremos una serrana, ni un polo, ni la seguiriya, ni la toná y tantos otros, eso serán siempre tabúes. Seremos  esa minoría los que estaremos obligados a que el flamenco no se vuelva a olvidar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario